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Yo quiero una facultad marginal

 

Recordaré mis años en la PUCP como los más felices de mi vida. Es difícil imaginar otra universidad en el Perú donde estudiantes que serán exitosos empresarios comparten clases sobre Kant con futuros filósofos o comunicadores. Sin embargo, la identidad humanista y el compromiso social de la Universidad Católica no se consiguieron fácilmente. Fueron décadas de debate sobre el rol de la universidad (con los alumnos como un actor importante) los que permitieron consolidar esa identidad. Como estudiante a punto de egresar, veo con preocupación que nuestra facultad no consolida una identidad social que la diferencie del resto de facultades de comunicaciones en el Perú. Muchos dirán que se debe a su juventud (dieciséis años), pero no creo que ese sea el factor principal. El verdadero problema es la ausencia de debate sobre lo que queremos ser.

 

Ingresé a la PUCP con dieciséis años. Tenía el cabello cortísimo, llevaba polos holgados y zapatillas Converse. Quería ser antropólogo, viajar por el mundo y estudiar distintas culturas. Ya había egresado de Letras cuando me invadieron las dudas. Me imaginaba después de un viaje a la sierra, escribiendo un libro que luego se archivaría en alguna biblioteca. Me torturaba la idea de convertirme en un testigo pasivo de los problemas. “No es lo mío”, pensaba. En verdad, soñaba con cambiar el mundo. Por eso decidí estudiar periodismo. Creía (y aún creo) que esa era la función de los periodistas: hacer más digerible la vida en sociedad y denunciar las injusticias. Pero ahora, a poco de culminar la carrera, siento dudas de nuevo. El periodismo actual no es lo que buscaba. Estas dudas duelen más, no porque haya más dinero invertido, sino porque me apenaría alejarme creyendo tener la razón.

 

Dicen que el periodismo está en crisis. Yo estoy de acuerdo, pero no creo que se deba a la disminución en la venta de los diarios. La crisis no es económica, sino moral. El periodismo no se juega la vida porque hayamos perdido el monopolio en la creación de contenidos, sino porque perdimos la brújula. No afrontamos la crisis haciendo una autocrítica, sino cediendo la iniciativa al mercado que - como era lógico - ha terminado por arrinconarnos. Ya asumimos con resignación lo que antes nos costaba aceptar: somos la excusa para vender publicidad y nuestra única función es elevar la audiencia, el número de lectores o la cantidad de visitas. No importa cómo. No importa para qué.

 

La mejor lección que aprendí en la PUCP es que existe una diferencia entre los oficios y las profesiones. Lamentablemente ahora, con tantas universidades empresa, todo oficio se convierte en profesión si es posible ofrecerlo a un potencial cliente. Aun así, las diferencias persisten. Todos pueden realizar un oficio, pues su único objetivo es generar ganancias. Una profesión, en cambio, es una labor que realizamos buscando un fin superior, algo trascendente, más importante que el dinero ganado, que beneficia a toda la sociedad y no solo a nosotros. Los profesionales ofrecen un servicio que solo ellos pueden brindar y que los ennoblece. Los médicos trabajan para salvar vidas, los docentes educan para tener mejores ciudadanos, los abogados litigan para obtener justicia, los periodistas escribimos para… Ahí está el problema. Lo hemos olvidado.

 

Por eso es necesario que la facultad de comunicaciones asuma este debate y ayude a que los estudiantes se involucren. Conozco la calidad de los docentes y su preocupación por el tema, pero como parte de la comunidad de estudiantes puedo decir que ellos no comparten el interés. Se ha hecho poco por cambiar esa situación. La lógica perversa según la cual el único objetivo del alumno universitario es encontrar un buen trabajo ha llegado también a esta Facultad. Nuestras discusiones se reducen a la necesidad de mejorar los equipos o aumentar los cursos que nos ayuden a ganarnos los frijoles. La teoría que nos hará entender porqué hacemos periodismo en lugar de cocinar queda reducida al mínimo.

 

Hace poco, mientras tomábamos un café, un amigo definió a la PUCP como una universidad marginal. Me gustó. En un país donde se compran títulos universitarios como si fuesen boletos de lotería para ganar un puesto de trabajo, ser marginal es un halago. Me gustaría que la facultad de comunicaciones fuese vista como marginal también. Quizás así ser periodista implique algo más que buscar audiencias. Quizás así yo y muchos otros recuperemos la ilusión de cambiar el mundo.

Eduardo Maldonado
Alumno de décimo ciclo de la Especialidad de Periodismo
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